viernes, 3 de febrero de 2012

Los personajes de una guerra




Tanto la historia de la guerra civil española como la del periodismo en general está llena de personajes, como si de un cuento se tratase, sólo hace falta leer un poco para inmediatamente reconocer a nuestros protagonistas: los sensibles, los carismáticos, los embusteros, entre otros; todos se presentan ante nosotros como un maravilloso compendio de caracteres que forman parte de una gran historia, que se siente muy cercana, pero quizás lo que diferencia a esta historia que es real de aquellas que son sólo ficción es que a pesar de las etiquetas que podamos ponerles a estas personas nunca podremos saber en realidad que parte de aquella imagen que tenemos de ellas es mito y que parte es realidad; nos tenemos que conformar con conocer solo lo que ellos nos ofrecen y tratar de no juzgar demasiado pues siempre habrá alguna parte de su historia que no sabremos. Es la historia que se esconde tras cada corresponsal de guerra.

Jay Allen periodista original de Seattle y corresponsal del Chicago Daily News es un personaje controvertido en la historia del periodismo de guerra, existen opiniones totalmente contrarias con respecto a la veracidad y ética de su trabajo durante la guerra civil española; mientras algunos lo tachan de amarillista interesado nada mas en conseguir lectores mediante la exageración y la mentira en sus crónicas otros lo tratan de valeroso corresponsal que se arriesgó en numerosas ocasiones por llegar a los hechos y la verdad; lo que es seguro es que el trabajo de Allen destaca tanto porque fue uno de los primeros en cubrir la guerra como por las personalidades a las que tuvo ocasión de entrevistar.

Allen Llega a España antes de estallar la guerra civil, en 1934 con el fin de realizar un estudio sobre la Reforma Agraria, estando allí informa lo que serían los preludios de la guerra civil, como la revolución de Asturias; cuando se produce la sublevación militar tiene la oportunidad de entrevistar al general Franco, quien solo había dado hasta la fecha comunicados oficiales a la prensa, esta entrevista publicada el 29 de julio de 1936 le ha proporcionado hasta hoy en día gran fama a Allen que describe a Franco de la siguiente manera “Es asombrosamente pequeño (otro enano que quiere ser dictador). Sus ojos son amables, su nariz aguileña, sus manos y pies muy pequeños. Tendrá barriga muy pronto.” Y comenta “Es evidente que sus hombres le adoran.” Destacan además las tan conocidas palabras que dijo el general Franco en esta entrevista “Salvaré España del marxismo, cueste lo que cueste." En respuesta la pregunta de Allen de si tendría que matar a la mitad de España para llegar a su objetivo. En esta entrevista se hace obvia la simpatía que causa en el corresponsal del Chicago Daily News en la república, expresando palabras como “el general Francisco Franco Realmente cree que tiene todavía la posibilidad de dominar a la República.” En un tono obviamente irónico.

Es conocido también por ser uno de los últimos en entrevistar a José Antonio Primo de Rivera antes de su ejecución en 1936 en la cual dice al entrevistado: “¿Qué pensaría usted si le dijese que yo opino que el movimiento del general Franco se ha salido de su cauce, cualquiera que fuese, y que ahora en adelante simplemente la vieja España lucha por perdidos privilegios?”. Pero definitivamente la más destacada y discutida de sus crónicas es la escrita desde Portugal para el Chicago Tribune el 25 de agosto de 1936 y publicada el 30 del mismo mes, relata en esta ocasión los hechos ocurridos en Badajoz, afirma Allen “Cuatro mil hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que los moros y los legionarios rebeldes del general Francisco Franco treparan sobre los cuerpos de sus propios muertos para escalar las murallas tantas veces empapadas en sangre.” En un emotivo y triste reportaje Allen cuenta su paso desde Lisboa hasta Badajoz, como recorre la ciudad, los asesinatos cometidos no solo por los moros y el ejército de Franco sino también por el ejército portugués, los saqueos de los que fue víctima la ciudad, la matanza en la plaza de toros y como observo que había desaparecido una parte de la catedral de Badajoz.

Todas estas declaraciones conforman una terrorífica crónica que escandalizo a los lectores estadounidenses de la época y aun a los lectores actuales pero su veracidad ha sido múltiples veces puesta en tela de juicio y he ahí donde la fama de y ética laboral de Allen se ven afectados, en primer lugar no se tiene información según otras fuentes de 4.000 personas muertas, después encontramos que la catedral de Badajoz nunca fue bombardeada como aseguró Allen que llegó a decir “Al pasar junto a ella en coche veo que ha desaparecido una parte de la torre cuadrada.” Todo esto y las diferencias de este artículo con las historias de otros cronistas como por ejemplo Mario Naves que asegura haber estado en la plaza de toros y no haber visto señal alguna de una matanza nos llevan a pensar que quizás lo que contó Jay Allen en su reportaje al Chicago Tribune no fue cierto o tal vez nunca estuvo en Badajoz y utilizo fuentes erradas para escribir su crónica. En cualquier caso y dejando a un lado la veracidad de sus crónicas lo único que sí es cierto es que reportajes como los de Allen han influido definitivamente en la imagen de la guerra civil y forman parte ahora de la memoria colectiva.

Herbert Matthews nación en Nueva York en el año 1900 y llegó a Madrid a primeros de diciembre de 1936, este excepcional periodista que reportaba para el New York Times es característico no solo por su increíble trabajo sino también por ser enormemente apreciado tanto por periodistas con los que compartió durante la guerra civil como por historiadores de la talla de Paul Preston que lo califica como un periodista “meticulosamente sincero”.

Caracterizado por sus constantes críticas a la intervención alemana e italiana, este corresponsal profundamente identificado con la causa republicana es el personaje característico de periodista que lucha por sus ideales, al contrario de muchos otros se quedo en España casi hasta el final de la guerra y salió por la frontera catalana junto con los derrotados.

Arturo Barea durante su labor como censor de los corresponsales extranjeros en Madrid trato de mitigar las emotivas descripciones de los efectos de la guerra en la población civil o la denuncia de la intervención de las potencias fascistas por parte de Matthews. Sus noticias solían tener un tinte parcializado debido tal vez a su compromiso ideológico con la república pero sin embargo esto no impidió según cuenta Paul Preston que “su ética personal le obligaba a no escribir nunca una palabra que no creyera fervientemente cierta”

Entre sus obras destacadas se encuentra un extenso reportaje publicado en 1937 en el que consagro definitivamente a las brigadas internacionales como una de las grandes aportaciones de la guerra civil española, en el describe a las brigadas como unos jóvenes maravillosos “que han venido de los cuatro esquinas de la tierra para luchar por sus ideales”.

Destaca por ser el último que entrevisto a Negrín reportaje en el cual analiza por que se había perdido la guerra “nuestra inconmensurable incompetencia, nuestra falta de moral, las intrigas, celos y divisiones que corrompían la retaguardia y, por último, nuestra inmensa cobardía más que la carencia de armas. Cuando digo nuestra… me refiero a nosotros, a los dirigentes irresponsables” son palabras del dirigente republicano.

Publicó todavía estando en España Two wars and more to come, donde dice: “No soy comunista ni fascista, ni radical ni conservador, ni católico ni anticlerical, pero me descubro ante esta gente [los republicanos]. Están luchando, peleando y sufriendo por mejorar la vida que han tenido hasta ahora, y espero que ganen”. Y en The Education of a Correspondent (1946). “Nunca volverá a ocurrir algo tan maravilloso como esos dos años que pasé en España. Y no lo digo yo, sino que también lo afirman todos los que vivieron este período junto a los republicanos españoles. Soldado o periodista, español, norteamericano, francés, alemán o italiano, daba igual. España era un crisol en el que la escoria quedó fuera y el oro puro, dentro, que hizo que los hombres quisieran dar sus vidas con orgullo. Dio sentido a nuestra existencia”

Es junto a Hemingway una de las figuras míticas que ocupo lugares como el hotel florida en Madrid, este ultimo tomaría definitivamente algunos rasgos de Matthews para el personaje de Robert Jordan en su novela por quién doblan las campanas.

Ernest Hemingway es probablemente el periodista estadounidense más reconocido por su participación como corresponsal en la guerra civil española, se convirtió en un personaje mítico del cual derivan toda clase de historias llamativas sobre su vida durante el periodo (entre la primavera de 1937 y el verano de 1938) en el que estuvo en España; su reserva de vinos y alimentos en el hotel california, sus relaciones con sus colegas periodistas e incluso su vida amorosa se convertirían todo anécdotas de este carismático personaje que serían contadas luego por sus compañeros.

Su trabajo es uno de los mejores ejemplos de la economía de lenguaje, precisión y ritmo narrativos que le hicieron ser el creador de un género literario a caballo entre la novela y el reportaje, precursor del nuevo periodismo de los años setenta. Debido a su experiencia bélica tienen visión, sabe apreciar los detalles importantes y llegar a conclusiones correctas cuando está reportando desde el frente; escribió una serie de artículos que nos dan como resultado una gran crónica pormenorizada, cronológica y constante que nos da una idea muy completa de los acontecimientos ocurridos en el frente de Madrid durante poco más de un año en el que estuvo en dicha ciudad

Frente al reporte minucioso encontramos al Hemingway de las pasiones y los ideales tal y como se muestra en su novela por quién doblan las campanas obra en la que ensalza las hazañas, el esfuerzo de los combatientes y los horrores sufridos en la guerra; es esta obra que se ha convertido en un clásico de la literatura universal en la que Hemingway hace un homenaje a todos los que participaron en esta convulsa época y lucharon fieles a sus ideales, es una oda también al valor, la moralidad y la lucha no solo con los enemigos sino también con nuestros propios aliados y con nosotros mismos, aspecto que caracteriza bastante la situación en la que se encontraban las personas en guerra civil, en la cual al igual que en la novela la división no era cuestión solo de dos bandos sino que afectaba en forma mucho más profunda a la sociedad.

En sus crónicas Hemingway demuestra su apoyo a la república sin que esto llegue a afectar la veracidad de lo que escribe, expresa en un principio una fuerte esperanza en que la república ganará la guerra.

Participa como narrador y guionista del documental Tierra de España de 1937 dirigido por el cineasta Joris Ivens. Con 53 minutos de duración es una de las películas más famosas sobre la guerra civil española. Hay que destacar la preocupación por mostrar la lucha encarnizada de los milicianos y los movimientos políticos campesinos, así como los aspectos positivos de la Segunda República.

Por último antes de irse de España nos deja la siguiente reflexión que demuestra que tan comprometido estaba con la causa “durante los últimos quince meses he visto asesinatos en España, cometidos por los invasores fascistas. El asesinato es diferente de la guerra, se puede odiar la guerra y ser contrario a ella y, sin embargo, acostumbrarse a ella como un modo de vida cuando se lucha para defender el propio país contra un invasor y por el derecho de vivir y trabajar como un hombre libre. En este caso ningún hombre que merezca el nombre de tal concede mucha importancia a su vida porque están en juego cosas mucho más importantes. Un hombre que observa esta misma guerra y escribe sobre ella no se preocupa por su vida si cree en la necesidad de lo que está haciendo, solo le preocupa escribir la verdad.”

Visión estadounidense ... una visión múltiple de la guerra civil



La época de la guerra civil fue un periodo en el que la atención del mundo entero estuvo puesta en España, la guerra significaba la confrontación no solo militar sino social y más que todo ideológica, se presentaban entonces en el campo de batalla además de hombres la principales teorías filosóficas y políticas de la época; no es extrañar entonces que enfrentado a la no intervención de Estados Unidos se encuentre la gran cantidad de información y por lo tanto de opiniones que esperaba el pueblo estadounidense recibir en la época.

A España llegaron gran cantidad de periodistas en busca de la verdad y la aventura con el fin de informar a su país sobre lo que estaba ocurriendo en lo que sería uno de los más grandes acontecimientos no solo español sino mundial de su época, y se encontraron, además, con como la llegada a España supone el descubrimiento fatal del horror cotidiano de la guerra.

Al llegar a España los periodistas se encontraron con múltiples problemas para llevar a cabo su trabajo, las enfermedades, la escasez de alimentos y la obvia inseguridad a la que se enfrentaban suponía un impedimento para realizar su labor pero lo fue también en gran medida la censura a la que eran sometidos; sin importar a que bando se acercaran, ya fuera al republicano o al nacionalista tenían que cumplir con las normas que se les impusieran, para los bandos las publicaciones periodísticas conformaban una especie de publicidad que podría traerles el aprecio o repudio de los mismos españoles y de las personas y gobiernos de países extranjeros que podrían ayudarles en la guerra o reconocer la autonomía o soberanía de un bando u otro; esta era la razón por la cual si un periodista escribía aspectos demasiado negativos como los horrores cometidos por el ejercito del bando bajo el cual se cobijaban se arriesgaban a que les fuera negado enviar sus escritos a los periódicos a los que trabajaban y cuando el periodista lograba evitar la censura y el articulo llegaba a ser publicado, en algunos casos, corría riesgo incluso su propia vida.

La censura fue diferente para los periodistas que estaban del lado republicano, aunque sufrieron igualmente el control sobre lo que escribían fueron mucho más libres a la hora de reportar los enfrentamientos, además de disfrutar de más movilidad y poder incluso acceder al frente de batalla; en el bando republicano hubo una excelente acogida a periodistas extranjeros como no la hubo en cambio en el bando nacionalista donde los corresponsales estaban muy limitados en lo que podían escribir y donde eran fuertemente amenazados si no cumplían con la censura, además el acceso al frente estaba totalmente prohibido. Destaca como método para evadir la censura el uso del slang (uso coloquial de la lengua inglesa) por los corresponsales estadounidenses en los reportajes.

Por tanto y teniendo en cuenta las diferencias ideológicas, la forma en que cada periodista que llego a España escribió sobre los hechos fue diferente, a Estados Unidos llegaba en la época de la guerra civil multitud de reportajes y opiniones que hacen que el lector norteamericano tenga una gran variedad de textos y opiniones diferentes entre las cuales elegir la que mejor le convenza; en el New York Times, por ejemplo, los corresponsales se contradecían a menudo, y el periódico optaba por publicar varias versiones de un mismo hecho, lo que provocaba un vivo debate y el cruce de cartas de los lectores. En este ambiente de corresponsales de guerra encontramos diferentes personajes, están los reporteros más objetivos e imparciales, los amarillistas, comprometidos con la causa, los que se identifican con los ideales etc. pero sin importar que tan imparcial pudiera ser un corresponsal algo es seguro, siempre demostraban en mayor o menor medida su adhesión a algún bando político y para la mayoría de los periodistas estadounidenses este era el republicano.

miércoles, 1 de febrero de 2012

"La Granada Imparcial"

Orwell fue un inglés que vivió la experiencia de la guerra española y que con una sensibilidad de escritor trasladó al mundo sus impresiones acerca de la idiosincrasia de las gentes de España, que en cierto modo, justifican muchos de los hechos, terribles y a veces pintorescos de los que fue testigo. Homenaje a Cataluña es un ejemplo ilustre de toda una tradición literaria que nos presenta a una España vista por ojos extranjeros.
Primeras impresiones.
Cuando George Orwell llegó a España con el fin de escribir artículos sobre la Guerra Civil en diciembre de 1936, se encontró con un panorama inolvidable: Barcelona parecía una ciudad totalmente anarquista en la que, aparentemente, la clase media burguesa había desaparecido. Sin embargo, esta primera impresión guardaba un secreto en su interior: para él,-un hombre de izquierdas,- muchos de los burgueses se estaban haciendo pasar por proletarios para poder sobrevivir, esperando, seguramente, su revancha y preparándose para recuperar su posición.
Pero hubo un hecho que marcó al joven escritor de 33 años: la continua llegada de europeos de distintas nacionalidades le hizo consciente de que los valores que habían movilizado a estos voluntarios habían roto fronteras. La guerra se había convertido en una lucha de ideales y el ambiente revolucionario era un modelo humano de libertad e igualdad. Este primer contacto esperanzador fue lo que impulsó al escritor a alistarse en las filas del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) para enfrentarse contra un fascismo que estaba imponiéndose en toda Europa y que trataba de establecerse también en la Península. Para Orwell no era un conflicto que concerniese únicamente a los españoles, era una lucha por los derechos de todos.   
Frente de Aragón: un nuevo concepto de guerra.
Pero no todo eran flores para George Orwell. España estaba llena de buenas intenciones pero de pésimas condiciones. El periodo de integración y preparación en el POUM fue surrealista: los milicianos sólo se entrenaban para hacer marcha. Todo parecía un constante desfile populista: calles repletas de pancartas y constantes gritos con consignas revolucionarias en defensa de la libertad…Sí, todo eso estaba muy bien, pero casi ningún miliciano sabía manejar un arma y todos estaban muy lejos de entender lo que significaba una verdadera guerra: El ejército miliciano parecía no estar preparándose para una batalla real a ojos del escritor inglés.
Cuando por fin abandonaron la ciudad y llegaron al frente de Aragón, la milicia se encontró con una visión muy diferente a la de la esperanzadora Barcelona: Allí, entre barro, lluvia y frío se  observaba la verdadera decadencia endémica del mundo rural, que parecía remontarse a una España muy empobrecida, independientemente de las circunstancias de una guerra. Esa pobreza se acusaba aún más por la falta de intercambio de productos: el comercio entre regiones se había paralizado por los constantes emplazamientos de trincheras procedentes de las dos Españas: una visión desoladora que estaba acabando con la economía agraria del país.  
Y es que Orwell se encuentra con una visión de la guerra muy diferente al concepto de guerra convencional: la falta de estrategia entre ambos bandos era palpable: Las trincheras fascistas se encontraban a 700 metros de las filas del POUM, mal posicionados para iniciar la batalla.
Muchos de sus compañeros eran niños soldado, pero niños al fin y al cabo, de poco más de 16 años que se alistaron en el partido buscando la manutención que les ofrecía el ejército popular. Los jóvenes inexpertos no hacían más que jugar con los pocos fusiles que tenía la milicia, provocando bajas dentro de sus propias filas. Lo cierto es que la guerra parecía estar paralizada y ninguno de los dos bandos hacía nada por atacar.

A esto había que añadirle dos aspectos: El clima era muy adverso y no había un buen equipamiento. Las armas eran del siglo anterior y los pocos mapas que tenían, estaban en manos fascistas. La carencia de medios y la falta de higiene hacían que la estancia en la trinchera fuera insostenible. Los milicianos apenas luchaban con dos métodos, cada cual más pintoresco: La llamada “Granada Imparcial”,-con un delicado seguro de esparadrapo-, podía explotar tanto en la trinchera enemiga como en la misma mano del miliciano: un auténtico desastre. Por otro lado, la escasez de fusiles acabó degenerando en la utilización de su mejor carta, un arma disuasoria en toda regla: los integrantes del POUM se dedicaban día y noche a lanzar consignas revolucionarias y frases desmoralizadoras a través de un estridente megáfono. Era la primera vez que Orwell se encontraba con una guerra en la que no se intentaba fulminar al enemigo, sino convencerlo y deprimirlo. Años después, estas situaciones se parodiarán en clave de humor por Gila en sus monólogos y por Arrabal en una pequeña obra llamada Picnik, que como Orwell, nos da una visión absurda, aunque trágica de la guerra. De hecho, George Kopp, amigo y compañero de fatigas del escritor durante su estancia en la península, definió el conflicto con las siguientes palabras: “Esto no es una guerra, es una ópera cómica con alguna muerte ocasional”
Una Guerra dentro de otra guerra.
Poco después, tras haber sido herido de un disparo en la garganta, Orwell regresa a Barcelona y percibe la evolución de la guerra en las calles: Los burgueses habían reaparecido, volvía a haber mendicidad y no quedaba rastro de las antiguas consignas revolucionarias que inundaban la ciudad. Había un extraño ambiente de normalidad, donde los ricos eran más ricos y los pobres eran más pobres: adiós a la igualdad de clases. Sin embargo, este perspicaz inglés percibía, bajo esa aparente naturalidad, un clima de rivalidad y odios políticos dentro de la izquierda, que desembocaría en un enfrentamiento abierto entre partidos: el PSUC (partido que tenía el poder en Cataluña) se enfrentaba contra el POUM y la CNT (anarquistas). Esta última contra la UGT y todos con una constante presión de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto controlada por la República.
Esta situación de enfrentamiento, que Orwell percibe como una reacción absurda que resultaba disolvente para la izquierda, degeneró en la toma de la Telefónica el día 3 de Mayo, impidiendo las comunicaciones en primera instancia, lo que creó un caos total y una fragmentación de la ciudad que se convirtió en un campo de batalla a pie de calle: la izquierda antifranquista estaba más pendiente de cuál sería el partido vencedor dentro de sus propias filas que de luchar con unidad contra el fascismo, que avanzaba a pasos de gigante por la Península sin encontrar más resistencia que la de los civiles que luchaban abiertamente contra ellos integrando un ejército irregular y desorganizado: parecía una lucha perdida.

Mientras, en Barcelona comenzó a instaurarse la política del terror: asaltos, detenciones, acusaciones, registros y fusilamientos comenzaban a generalizarse en la ciudad. Los integrantes del POUM sufrían una persecución en toda regla por las otras fuerzas de izquierda. La República esperaba a que los milicianos regresasen del frente luchando por defender sus ideales para arrestrarles y encerrarles, por acusaciones infundadas, en cárceles mugrientas y hacinadas. Orwell y su mujer fueron dos víctimas más de este acoso constante. Rememoraba irónicamente el escritor, que una tranquila noche, a eso de las tres de la mañana, la Guardia Civil republicana se presentó en la habitación de hotel donde se hospedaba su mujer para hacer un registro formal. Como si de espías de la GESTAPO se tratase, los integrantes de la patrulla nocturna aporrearon la puerta y comenzaron a hacer un completo registro de la sala donde, tan solo unos minutos antes, estaba descansando Eileen Orwell, que apenas se había podido mover de la cama. Golpeaban paredes y suelo buscando zonas huecas, sacaban cajones de su sitio, confiscaban todos los papeles apilados, los libros, las revistas...pero lo que no se les ocurrió, fue revisar el colchón donde seguía sentada la mujer de Orwell, atónita, viendo semejante espectáculo. Lo cierto es que la pareja podría haber tenido todo un dispositivo militar debajo de la cama, repleto de fusiles, granadas y armas de contrabando fascista, pero la policía española no iba a hacer que una señorita como Eileen se tuviese que levantar de la cama a esas horas: pura caballerosidad española.    
La realidad de George Orwell: escritor y miliciano.
Tras meses luchando en las trincheras españolas, Orwell consiguió cruzar la frontera huyendo de la agresiva persecución que se estaba haciendo contra su partido: la izquierda le perseguía por haber defendido su propia República. No obstante, el escritor y miliciano inglés que había luchado en defensa de los derechos civiles en el frente aragonés se llevó la impresión de que entre los españoles había una clara falta de sentido práctico, sí, pero la experiencia de la guerra española, también puso de manifiesto la gran calidad humana de la gente de este país, que trató de transmitir cuando regresó a Inglaterra. No obstante, su repentina huida le provocó un gran remordimiento por no haber vivido solidariamente el final de la guerra junto con muchos de sus compañeros: Orwell sentía que abandonaba su lucha.
Años más tarde, estando ya en Inglaterra, se publicó Homenaje a Cataluña, libro en el que el autor recopiló todas sus vivencias durante la Guerra Civil española, y en el que se percibe esa otra realidad, desde un nuevo punto de vista: el de un personaje que no pertenecía a este país, pero que lo sintió suyo hasta el final de la guerra. La subjetividad, ironía y maestría del escritor se combinó con una rigurosidad histórica incomparable que hace de Homenaje a Cataluña un libro único, un homenaje personal a los sentimientos y emociones vividos en una terrible situación de guerra y desamparo.
“Para mí la guerra significaba estruendo de proyectiles y fragmentos de acero saltando por los aires; pero por encima de todo significaba lodo, piojos, hambre y frío. Es curioso, pero temía al frío mucho más que al enemigo. Este temor me había perseguido durante toda mi estancia en Barcelona; incluso había permanecido despierto durante las noches imaginando el frío de las trincheras, las guardias en las madrugadas grises, las largas horas de centinela con un fusil helado, el barro que se deslizaba dentro de mis botas. Asimismo, admito que experimentaba una suerte de horror al contemplar a los hombres junto a quienes marchaba. Resulta difícil concebir un grupo más desastroso de gente. Nos arrastrábamos por el camino con mucha menos cohesión que una manada de ovejas; antes de avanzar cuatro kilómetros, la retaguardia de la columna se había perdido de vista. La mitad de esos llamados “hombres” eran criaturas, realmente criaturas de dieciséis años como máximo. Sin embargo, todos se sentían felices y excitados ante la perspectiva de llegar por fin al frente. […] Parecía increíble que los defensores de la república fueran esa turba de chicos zarrapastrosos, armados con fusiles antiquísimos que no sabían usar. Recuerdo haberme preguntado si de pasar un aeroplano fascista por el lugar, el piloto se hubiera molestado siquiera en descender y disparar su ametralladora. Sin duda, desde el aire podría haberse dado cuenta de que estábamos lejos de ser verdaderos soldados”
                                                                       Orwell, George. Homenaje a Cataluña, págs. 28-29 (El País, Clásicos del Siglo XX)

Orwell actuaba como aquella primera “Granada Imparcial”: era capaz de criticar con un marcado humor negro la decadencia del ejército antifranquista que propició la pérdida de la guerra y el fin de la República, pero también supo extraer, como se hace con los perfumes intensos, el empeño que demostró parte de la población española por defender sus creencias de libertad, igualdad y progreso. No todo fue malo, ni tampoco todo fue bueno, pero todavía quedaba una pequeña dosis de ese perfume, que, enfrascado en una botella, esperaría el momento de embriagar a la población con su aroma de esperanza: tendríamos que esperar a 1975 para poder vivir el comienzo de la democracia.