domingo, 30 de octubre de 2011
El papel de los corregidores y los regidores en la Historia de España.
martes, 25 de octubre de 2011
Los regalos del rey.
Esa fue una de las primeras mañanas frías de otoño. Era tarde, así que no tuve tiempo de coger el reproductor de música que llevaba amenizando mis viajes desde hacía unos días si quería subirme al tren que salía desde Móstoles a las ocho y media. Desanimada, pensé que me quedaba por delante una larga y ajetreada jornada, pero entonces recordé que en mi mochila de 2 kilos 400 gramos, quedaba un libro a medio leer…
El ruido inundaba la estación y las conversaciones fluían entre los andenes. Un par de mujeres, de unos treinta años de edad, discutían acerca de la importancia de una lista de boda de un amigo en común. Para mi gusto era demasiado temprano para hablar de un tema de este tipo y menos con tantísima insistencia. A esas horas de la mañana, uno debía estar en el vagón en silencio, como se había hecho toda la vida, para no molestar a los pobres madrugadores cotizantes, así que apagué las orejas e introduje mi mano en la pesada bolsa.
Capítulo IV: Sombras externas, dudas internas.
“También se iniciaron negociaciones para un posible matrimonio entre la infanta María y el heredero a la Corona inglesa, si bien este enlace nunca se consumó.” (Alonso García, 2009: 127-130).
Me encontré con el libro abierto, leyendo una y otra vez estas últimas palabras que había encontrado en uno de los capítulos que perfilaban las tiranteces entre la monarquía hispánica e Inglaterra. Tras varios enfrentamientos, Felipe III, planteándose la situación de otra manera, decidió que la mejor forma de solucionar el conflicto entre ambos bandos era mediante el pacto. Los españoles dejarían de apoyar la sublevación de los católicos irlandeses, mientras que los ingleses no sufragarían las rebeliones en las Provincias Unidas. Así pues, se firmó en 1604 la Paz de Londres, pero no contentos con la estabilidad que este acuerdo suponía, tanto los Austrias -ya con Felipe IV -, como los ingleses -con Jacobo I – quisieron emparentar ambas casas reales con el enlace entre Carlos Estuardo –príncipe de Gales –, y María Ana –hija de Felipe III -. Sin embargo, no fue solo este dato lo que me llamó la atención y me mantuvo pensativa hasta llegar a la estación de Laguna, sino el hecho de que me remontase a una lectura –El Capitán Alatriste –que hice ya hace varios años y que, curiosamente, trataba el mismo tema…
Capítulo V: Los dos ingleses.
“Dice el caballero […] que mañana toda la Europa sabrá que el hijo y heredero del rey Jacobo de Inglaterra está en Madrid con la única escolta y compañía de su amigo el marqués de Buckingham…Y que, aunque por razones de Estado resulte imposible publicar lo ocurrido esta noche, él, Carlos, príncipe de Gales, futuro rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, no olvidará nunca que un hombre llamado Diego Alatriste pudo asesinarlo, y no quiso.” (Pérez-Reverte, 2005: 116-117)
Cuando llegué de vuelta a casa, corrí hacia mi estantería y retomé el envejecido tomo que narraba las aventuras y desventuras de Diego Alatriste, antiguo soldado de los tercios de Flandes que había estado a punto de ensartar con su espada al duque de Buckingham y al mismísimo heredero a la corona inglesa –un asesinato por encargo-, cuando ambos se dirigían a Madrid para afianzar el enlace entre este último y su amada María. De nuevo podía ver cómo se entremezclaban sus personajes literarios con todo el entorno histórico, social y cultural del siglo XVII, una contextualización real. Pero, entonces, si era cierto que se intentó consolidar el matrimonio entre los dos jóvenes, ¿también lo fue su estancia en la península? Y lo que es más, ¿llegaron verdaderamente a sufrir un asalto en el intento? Todas estas dudas me resonaban como voces inquisidoras en la cabeza, pero por esa noche, decidí cerrar el libro e irme a dormir…
Martes 18 de octubre de 2011
Tenía el portátil sobre las rodillas, abrí una pestaña de Google y, sin saber todavía cómo iba a acabar esta historia, empecé a teclear torpemente sobre el diminuto teclado: Carlos de Inglaterra en España , siglo XVII. Apenas diez minutos más tarde tenía la respuesta: “Todo se complicó cuando, tras un largo viaje de incógnito, se presentaron en Madrid el Príncipe de Gales y el duque de Buckingham el día 17 de marzo de 1623.” (Martín Sanz, 1998)
Ni rastro de una encrucijada que pudiera haberles costado la vida. Se trataba de una invención de Pérez-Reverte: los dos nobles extranjeros habían pisado tierras castellanas, si bien, cruzaron la frontera pasando inadvertidos. El intenso amor de Carlos hacia su –en teoría –futura esposa, le hizo trasladarse miles de kilómetros hasta el Alcázar madrileño, a pesar de no haber visto antes a la joven infanta. Sin embargo, añorando el irritante resplandor de la pantalla, y con la mosca detrás de la oreja, continué con mi pequeña investigación.
Amor, honor y poder: Reflejos y miradas de lo inglés en el Teatro del Siglo de Oro.
“La presencia de Carlos Estuardo en Madrid tuvo influencia cultural en varios campos, especialmente en la pintura, la lexicografía y, por supuesto, en la literatura. En este marco, se representó el 29 de junio de 1623 Amor, honor y poder de Calderón de la Barca.” (Vila Carneiro, 2011: 103)
Y es que la llegada del joven heredero no fue moco de pavo. Una parte de la población española ansiaba la unión de coronas y festejó por todo lo alto la aparición del príncipe de Gales en territorio castellano. De este modo, se representó la ya mencionada obra de Calderón, cuya trama era muy similar a los hechos vividos por el delfín inglés, dicen algunos, para acercar al heredero el teatro del Siglo de Oro con una temática que le resultase más conocida. Bien se encargaron de representar una obra en la que un monarca inglés –Eduardo III de Inglaterra- vive un intenso deseo amoroso por la hija del conde de Salveric, “y ha de casarse con ella para ver cumplidos sus propósitos amorosos” (Vila Carneiro, 2011: 104) Casi podía imaginarme al joven enamorado haciendo esfuerzos por seguir la trama de la obra debido a su rudimentario español, pero aún así, prendado del escenario en el que, entre sueños, se imaginaba con su bellísima María, viviendo por fin su tan ansiado romance.
Pero Calderón no fue el único que se sintió seducido por la visita de Carlos.
Su intensa historia de amor queda recogida en dos epigramas neolatinos anónimos a los que hace alusión, en un estudio, Gregorio Rodríguez Herrera (1999: 146-147).
Y también inspiró los siguientes versos de Lope de Vega (1999: 145), que incluso llegarán, mediante correspondencia, a oídos de ilustres familias inglesas, por toda la emoción que reflejaban sus palabras.
“Carlos Estuardo soy
Que siendo Amor mi guia
Al cielo d’España voy
Por ver mi Estrella Maria.”
Estaba más que claro que el enlace entre las dos casas reales no era solo un mero hecho de conveniencia política; Carlos estaba perdidamente enamorado de María Ana de Austria, pero esta relación imposible tendría que esperar unas cuantas horas más, porque la batería del ordenador decidió dejarme tirada en el momento menos indicado…
Miércoles 19 de octubre de 2011.
Solo se veían papeles sobre mi escritorio; papeles, papeles y más papeles. La impresora echaba humo y los libros estaban deformados por el constante uso…
Regalos a un príncipe inglés.
Pero, ¿estaban todos en la península a favor de esta alianza anglo-hispana?
Por lo menos para Pérez-Reverte, o quizás sería más correcto decir, para el Capitán Alatriste, no era así. Carlos Estuardo era un hereje a ojos de Emilio Bocanegra, presidente del Tribunal de la Inquisición: “-Matarlos sin cuartel –respondió. […] Pero no os importa quiénes sean. Basta con que pertenezcan a un país de herejes y a una raza pérfida, funesta para España y la religión católica. Al ejecutar en ellos la justicia de Dios, rendiréis un servicio valioso al Todopoderoso y a la Corona.”(2005:52)
Sin embargo al joven Carlos le llovieron ofrendas y obsequios. ¿Cómo podía ser que un príncipe tan agasajado tuviera enemigos? “En Valladolid había importantes colecciones privadas. En el palacio Ribera había pinturas de Veronés y esculturas de Giambologna decorando los jardines, la de Sansón y el filisteo fue regalada en 1623 al príncipe de Gales, cuando acudió a Valladolid acompañado por el duque de Buckingham para concertar su matrimonio con la infanta María.” (Del Río, Isabel. 2011)
He de admitir que la escultura me chocó. Me esperaba algo mucho más sutil, viniendo de manos de Felipe IV. Pero Carlos se encontró frente a frente con esta figura de Sansón en posición amenazante cortándole la cabeza a uno de los – como dice la leyenda –mil filisteos. ¿Os imagináis al joven heredero cargando con ese peso muerto? Desde luego, eso no parecía un regalo de boda, aunque quizás fuese una especie de metáfora, aludiendo al propio príncipe como “un Sansón” que tendría que afrontar los peligros que se le venían encima por este matrimonio que parecía no consolidarse nunca. Sea como fuere, Carlos, en ese momento, no era consciente de que esta colosal escultura parecía querer profetizar su futuro degollamiento, convirtiéndose, esta vez él, en el filisteo, y muriendo años después a manos de un peculiar Sansón – Cromwell-. ¡Qué lejos estaban los sentimientos de este joven Carlos de lo que luego le depararía la vida!
¿Entonces, estaba ya entre los enemigos del príncipe el mismísimo Felipe IV, dándole largas y regalándole esta estatua tan poco “amorosa”?
No obstante, éste no fue el único presente que recibió el noble inglés por parte del monarca. El conocido “Rey Planeta” obsequió también a Carlos, nada más y nada menos, que con un cuadro de Tiziano. “Esta visita […] sirvió para que el príncipe de Gales aumentara su ya numerosa colección con varios cuadros comprados en España. Además de uno regalado por Felipe IV, Carlos V con un perro, pintado por Tiziano”. (Hernández Montejo, 2002)
¡Yo ya no entendía nada! ¿Quién iba aquí contra quién? Entonces, ¿Felipe IV estaba a favor de Carlos? El monarca no se aclaraba. Primero le regala una estatua que, más que para una boda, parecía un regalo funerario, y después le ofrece un Tiziano. Estaba confusa. Lo que había empezado siendo un simple divertimento, estaba convirtiéndose en un quebradero de cabeza, y yo ya estaba dispuesta a tirar la toalla. Finalmente, apagué la luz y me sumí en mis sueños…
Jueves 20 de octubre de 2011.
De nuevo tenía que coger el tren para llegar a la facultad y tras todo el trabajo realizado, ya no sabía cómo iba a concluirlo. Tomé de nuevo el libro con el que empezó todo y me subí en mi ya habitual vagón para volver a abrir la página 130 de “La breve Historia de los Austrias”.
Una visión inesperada.
El 9 de septiembre de 1623, Carlos se marcha de la península desilusionado, con una estatua bajo un brazo y un lienzo bajo el otro, pero sin ningún rastro del tesoro por el que había venido a este lejano territorio –su amada María-. Las dos dinastías no habían logrado unirse –Inglaterra seguiría haciéndole la puñeta a España en Flandes -, pero no era capaz de concluir si este fracaso había sido impulsado, de algún modo, por la casa de los Austrias, y en concreto, por la poderosa mano del monarca castellano. De un golpe, cerré el libro y lo apreté con fuerza, con más dudas que aquella, ya lejana, primera mañana otoñal en la que comenzó este desafío…
En ese preciso momento, nada más ponerse en marcha el tren, se me paró el corazón. Parpadeé varias veces por si mis recién levantados ojos me estaban jugando una mala pasada. Pero estaba muy despierta. ¡La imagen de Carlos V junto a un dócil can, esperando ser admirados, estaba en la mismísima portada del libro que tenía en mis manos! Al igual que Carlos de Inglaterra, yo estaba contemplando, a la altura de la estación de Lucero y como un regalo caído del cielo, el famoso cuadro de Tiziano.
Entonces comprendí que, verdaderamente, Felipe IV le había tendido su mano al heredero inglés durante las negociaciones del matrimonio de su hermana. Le había regalado, probablemente, el cuadro que más admiraba: Carlos V, el fundador de la casa de Austria, y con él, un mensaje de fidelidad y amistad simbolizado en el perro que acompañaba al emperador. Como aquellas primeras dos mujeres de esta historia, el monarca castellano sabía que un buen regalo de nupcias era la mejor manera de expresar su conformidad en un matrimonio tan controvertido.
Una historia dentro de una historia se había resuelto en un abrir y cerrar de un libro.
Véase bibliografía.
martes, 18 de octubre de 2011
Revuelta catalana de 1640, un importante hecho en la Historia. (1640-1652)
Cataluña contribuía en gastos de defensa, pero se negaba a sufragar las guerras de la Corona, ya que se encontraban fuera de su territorio. Las Cortes, formadas por la nobleza, alto clero y la burguesía, fueron reunidas en Cataluña, pero la hostilidad era evidente. Por otro lado, cabe destacar también la cuestión de los Virreyes, como el Marqués de Almazón o el Duque de Alcalá que, colocados en dicho puesto para controlar el bandolerismo, fueron tomados por los catalanes como una conspiración castellana contra el gobierno autónomo. A pesar de todo esto y de la obvia discrepancia respecto a la Unión de Armas por parte de Cataluña, se decidió seguir adelante.
Castilla entra en guerra con Francia, y Olivares escoge deliberadamente a Cataluña como frente contra los franceses, con la finalidad de que participasen en la contienda. Cataluña es elegida para acoger a las tropas, pero se oponen a ello y estalla la Revolución en 1640.
Cabe destacar el día del Corpus Christi, en el que grupos de campesinos atacaron Barcelona y asesinaron al virrey. Ante esto, ni las propias autoridades catalanas se veían capaces de hacer frente a la revuelta. Por lo tanto, lo que comenzó siendo una lucha contra Castilla, derivó en un conflicto entre campesinos pobres y la nobleza y adinerados de las ciudades.
Cataluña pide ayuda al principal enemigo del Rey: Luis XIII, mediante el Pacto de Ceret. Los catalanes, a diferencia de lo ocurrido con Castilla, sufragan al ejército francés, y el 16 de Enero de 1641, Cataluña se nombra República Independiente bajo la protección de Francia, y se somete, de manera voluntaria, al gobierno del Monarca Francés, que es nombrado Conde de Barcelona.
Más tarde, la crisis económica,unida a un nuevo brote de peste y a la opresión francesa, peor que la castellana, provocó el agotamiento de los catalanes. Fueron atacados de nuevo por Felipe IV, que aprovechó el descontento popular para recuperar el reino catalán, y en 1652, es nombrado soberano.
Como conclusión y para finalizar, aun encontrándose bajo el poder de Castilla y más tarde de los franceses, se podría decir que la Revolución de los Catalanes de 1640, es el inicio de los nacionalismos tal y como hoy en día los conocemos, a pesar de que en un principio, Cataluña no buscaba como finalidad la independencia respecto a Castilla, sino la pervivencia de sus derechos, así como de su cultura, que tanto han venido defendiendo a lo largo de la Historia.
domingo, 16 de octubre de 2011
La leyenda negra de Felipe II
martes, 11 de octubre de 2011
Las corbatas de Bernabéu.
Así pues, de tanto andar buscando la mejor manera de dar comienzo a esta aventura, me encontré, yendo en el autobús de Príncipe Pío, con la solución en la mano.
Al principio no caí en que aquella mujer de 72 años que se me había acercado sigilosamente para preguntarme a qué hora salían los autobuses –mera excusa para, acto seguido, comenzar a desarrollarme su autobiografía– iba a ser quien me volviese a traer a la memoria la ya olvidada intrahistoria de la que tanto había hablado Unamuno.
De esta manera, me hallé cara a cara con nada más y nada menos que con la mujer que había estado llevando la publicidad de un conocidísimo club deportivo de fútbol –El Real Madrid– durante más de treinta años. Comenzó contándome su visión crítica del pueblo en el que había estado viviendo cuando era joven. Cómo recordaba ella, agriamente, a sus estiradas vecinas a las que solo les importaba la apariencia y que se quejaban de la “poca homogeneidad” que había en la zona por haber dejado entrar a gente como ella.
“Pero no perdimos el empuje -me decía con una voz cada vez más apagada por la edad –. Teníamos que sacar a flote nuestra pequeña empresa o lo poco que habíamos invertido nos iba a acabar ahogando como el nudo de una mal anudada corbata”
Y de corbatas iba el asunto. Pero, un segundo antes de que la mujer reanudara lo que se había convertido para mí en un medio para hacer más ameno mi viaje de vuelta, me di cuenta de que, andando por las calles de Madrid y cruzándose con miles de personas a diario, ella era la única dueña de su humilde pero grandiosa memoria. Mirándola, tan empequeñecida por la edad, comprendí que nadie diría que ella formase parte de la Historia de España…
Tras cientos de anécdotas, me dijo muy seria: “Atenta a lo que te voy a decir ahora, porque éste fue el gran logro de mi vida.” En ese momento, dejé de tomármelo como una prueba divina que Dios me había encomendado para medir los límites de mi paciencia; dejé de oír las risitas apagadas que se escuchaban en los asientos traseros del autobús por haber sido “la pardilla” a la que se le había “encasquetado” aquella encorvada ancianita. En ese momento comprendí que tenía entre mis manos un tesoro. Toda la trayectoria de una vida que no estaba escrita en los libros de texto y que nadie se había parado a escuchar, pero que, sin embargo, formaba una pequeña parte, como un fuerte pilar, de la Historia de la Economía española de la segunda mitad del siglo XX.
“Miles de corbatas habíamos pedido, hija. Miles que teníamos que entregar al día siguiente para poder llevar el negocio de aquella reunión deportiva que tanto nos había costado conseguir. Lo teníamos todo previsto.”
Pero no todo estaba pensado. Cuando abrió las cajas con el pedido se dio cuenta de que los colores de las corbatas que tendrían que vestir los altos cargos del Real Madrid, estaban cambiados. Tenían que ser azules, pero el pedido había sido enviado con el negativo y todas las corbatas llegaron de color negro.
“Una buena empresa no puede seguir adelante en las condiciones en las que me vi inmersa, así que decidí zanjar el negocio y enviarlas como un simple obsequio en forma de disculpa. Adiós a mis sueños” Pero lo que no sabía, aquella entonces joven mujer, era que el mismo día 2 de junio de 1978, Don Santiago Bernabéu de Yeste había fallecido, y que todas las personas que trabajaban a su cargo tendrían aquella fatídica mañana, una buena corbata negra para acreditar el luto oficial.
“Al instante me ofrecieron llevar toda la publicidad del Club porque, lo que para mí había estado a punto de convertirse en una tragedia personal y empresarial, para esos directores ejecutivos había sido la perfecta definición de cómo está descrito en los libros de economía el buen empresario . ¡Tenían lo que necesitaban!”
Todavía faltaba mucho por contar, pero entonces me pregunté yo, si aquella mujer, junto con muchas otras personas, no formaba parte del saber popular, del hilo que en realidad levanta nuestra Historia tal y como la conocemos y nos enseñan desde pequeños. Y es que no todo sale en los libros de texto y, desde luego, no todo se puede reducir a los pocos nombres de personajes ilustres que a juicio de muchos levantaron nuestro país, porque, de hecho, historias pequeñas, incluso menos sorprendentes que la que os acabo de contar, son las que en realidad están detrás de todos aquellos grandes momentos que nosotros recopilamos como Historia.
Todas y cada una de nuestras vidas, forman, a mi juicio y –salvando las distancias– al de Unamuno, una poderosa e indispensable estructura que sostiene sobre sus espaldas y con gran esfuerzo, el peso de la Historia política y social de España… y de América.